A lo largo de las entradas anteriores hemos ido explicando los primeros aspectos del funcionamiento del cerebro y de la mente humana. Nos queda mucho todavía, pero vamos a empezar a ir a lugares que nos interesan mucho.
Vimos en la anterior entrada cómo nuestro cerebro es una maravilla que nos protege, pero cómo en cierta medida está desajustado porque hemos cambiado nuestro entorno tanto que en muchos sentidos el cerebro no se ha podido adaptar o evolucionar. Repaso de esto en:
Vimos también que por suerte la última estructura cerebral que ha evolucionado, la corteza prefrontal y especificamente la prefrontal medial, tienen mucho que decir o si queremos puede ajustar el desajuste, pero que para ajustar ese desajuste necesitamos “sentir” lo que las partes automáticas del cerebro están haciendo, y que ese “sentir” curiosamente lo vamos a percibir por las sensaciones corporales y los estados internos de activación (hiper o hipoactivación). Repaso de esto en:
Estas sensaciones corporales y estados internos son la génesis de las emociones, en las que en breve nos vamos a meter, porque cómo muchos de vosotros sabéis, suelo referirme a todos nosotros, yo el primero, como analfabeto emocional.
Pero ahora y hoy, veamos cómo podemos empezar a hackear el cerebro;
El cerebro (y permitidme la enorme simplificación que voy a hacer), esta ajustado al entorno en el que ha evolucionado, y vamos a centrarnos sobre todo en dos ajustes maravillosos de dicho cerebro (que hoy en nuestro entorno, nos dan problemas);
Esta ajustado para si hay comida, come, ya que evolucionó en entornos sin nevera ni despensa. Ya vimos cómo esto hace que con nuestras neveras y alimentos hipercalóricos, esté nuestro cerebro y cuerpo desajustado.
Esta ajustado para algo más importante aún que la comida… la búsqueda constante de peligros. Este es un ajuste tremendo que ha sido tan funcional que nos ha permitido sobrevivir cómo especie y llegar hasta dónde hemos llegado pero suceden dos cosas (muchas más, recuerdo que estoy simplificando al máximo):
Los entornos en los que evolucionamos en muchos aspectos eran más peligrosos que los actuales (la sabana africana, con grandes espacios abiertos y por tanto muchas vulnerabilidades). Pero los peligros no estaban todo el rato presentes, en cierta medida eran más “tranquilos”.
Los entornos hiperestimulares actuales. ¿Qué quiero decir con esto? el ser humano evolucionón en grupos de hasta 150 o 200 individuos, y los ambientes siendo estimularmente ricos, no eran tan hiperestimulantes ni tan dinámicos o cambiantes cómo los actuales. Se ha llegado a hablar del “yo saturado”, explicando que el ser humano no tiene capacidad de relacionarse con tantos individuos cómo hoy nos relacionamos, como decía algún catedrático universitario en el inicio del nuevo siglo, “nada más llegar a la oficina tengo más de 200 emails”, lo cual lleva a un deterioro de las relaciones humanas, tenemos trato con muchas más personas pero la “produndidad” de las relaciones a ido en detrimento.
Tenemos un cerebro que ha evolucionado para buscar señales de peligro, y en los entornos en los que evolucionó, se dedicaba el cerebro a analizar los estímulos para ver si había peligro. Hoy el cerebro tienen infinitud de estímulos que analizar (no es lo mismo la ciudad con todo su movimiento, que una aldea en la sabana africana), y de por sí, el mero hecho de la cantidad de estímulos que el cerebro tiene que estar analizando, eso ya es una amenaza… y recordad el enlace que he puesto de la entrada “Cómo afrontamos las amenzas”, es decir, casi simplemente por la cantidad de estímulos que recibimos, nuestro cerebro ya se siente amenazado generando una repuesta de hiperactivación (e inflamación… ya hablaremos del estilo de vida moderno, las enfermedades autoinmunes y el cancer), o hipoactivación, o dicho de otro modo, ya sólo por los estímulos nuestro cerebro se pone en modo lucha, huida o congelación.
Además, cómo nuestro cerebro es experto en buscar amenazas, está tan hiperestimulado que ya está de partida sólo por ello en modo amezana, ante ello ¿es difícil considerar que encuentre amenazas dónde no las hay?
Cuando nuestro cerebro se siente amenazado se mueve la última vertebra cervical, el Atlas, y se ocluye un poquito la vertebra que lleva sangre a lóbulo prefrontal medial y a ciertas areas del tronco cerebral, porque tu cerebro dice, “mira, voy a tomar yo el control, la zona automática que soy la que sabe de sobrevivir. La consciencia y la atención, para luego, ¿vale?” Con lo cual es fácil que al sentirse amenazado por la hiperestimulación y quitar recursos de las partes superiores y de la consciencia, al ver la realidad desde el prisma de la amenaza… empiece a ver amezanas dónde no las hay.
A esto habría que añadirle que el cerebro en su mayor parte no es lógico, sino psicológico, y ya me meteré en ello, pero la Teoría de Marcos Relacionales nos explica el funcionamiento relacional del cerebro. El cerebro puede relacionar todo con todo… y eso hace que una amenaza real se relacione con muchas cosas distintias que nos recuerdan la amenza y que va a generar en nosotros la respuesta de ataque, huida, congelación.
Conclusión: Entender la evolución del cerebro y los cambios contextuales (el entorno), nos hacen entender que nuestro cerebro está siempre buscando amenazas y que el contexto hiperestimular así como la capacidad relacional del cerebro hacen que sea un caldo de cultivo perfecto para estar siempre en modo amenza que a partir de ahora llamaremos desrregulados.
¿Cómo hackear el cerebro?
Todo lo anterior para llegar por fin a esto.
¿Qué necesita nuestro cerebro para no estar en modo amenaza?
Ausencia de señales de peligro.
Presencia de señales de seguridad: Este punto lo trataremos en el siguiente newsletter.
Esto no lo digo yo, lo dice Stephen Porges en su maravillosa teoría Polivagal. Veamos que implica cada uno de estos puntos (Hoy sólo la ausencia de señales de peligro).
Ausencia de señales de peligro: ¿Recuerdas que en el newsletter anterior te invitaba a sentir tus estado autónomos de hiperactivación (huida-ataque), o congelación (tipo depresión conductual)? A lo largo del día se nos activa un monton de veces estas respuestas ante estímulos muy neutros. Por ejemplo, voy conduciendo y por el retrovisor mi cerebro capta una sombra de cómo un coche se está moviendo y veo que ya estoy pensando “ya viene un tonto”, sólo con esa sombra ya me he puesto en respuesta de ataque o huida (poquito, pero se activa). O estás en el trabajo y entra ese compañero que no te cae bien y ya notas cómo tu cuerpo se tensa (ya estás en respuesta ataque-huida), o por lo que sea metes la pata, o por ejemplo se te rompe el pantalón justo donde la espalda pierde su nombre y sientes una gran vergüenza y cómo si te congelases (respuesta de hipoactivación y cogelación), estas respuestas de congelación se van a dar mucho ante la emoción de la vergüenza.
Podemos poner mil ejemplos de esas pequeñas cosas que puedes estar “desrregulándote en tu día”. ¿Las has empezado a observar? ¿Entiendes ahora porque es tan imporante aprender a sentir el cuerpo?
Solución: Para todas estas pequeñas cosas, todavía no nos vamos a meter en las grandes, siempre tenemos que empezar por lo manejable, simplemente tenemos que darnos cuenta de que es nuestro cerebro buscando amenazas (nuestro cerebro del tronco cerebral y área límbica, nuestro cerebro automático). Dándote cuenta de esto es tan fácil cómo esto: “Ah es mi cerebro buscando amenzas para protegerme, pero es sólo un conductor nervioso (o un compañero, o un roto en el pantalón)”, es decir a la información automática del cuerpo le añadimos el procesamiento consciente de la situación que nos permite valorar si es o no una amenaza. Esto hace que haya más información en la balanza y que el cerebro decida el estado interno desrregulado o regulado en función del total de la información.
Es cómo si estuvieras en una tabla de control y ante algo que sucede se enciende un piloto rojo. El módo habitual inconsciente de funcionar es se enciende el piloto y tú cómo controlador (no me gusta esa palabra, la voy a dejar pero diremos más bien cómo observador de la situación para tomar decisiones con los datos que encuentras) das directamente al botón de evacuación. Aquí se trata de que hagas tu labor de controlador (o mejor de yo consciente que “lo ve todo”) más correctamente, y en lugar de guiarte sólo por parte de la información, al ver el piloto rojo en lugar de dar directamente la alarma digas, “a ver, este piloto de qué es, vale, vamos a mirar si responde a algo real o si es una falsa alarma”. Si compruebas que los sistemas están bien, simplemente apagas el piloto. Esa es tu labor y la labor de hacer consciente los procesos autómonos de alerta del cuerpo, NO SE TRATA de controlarlos, sino de que cuando salta el piloto, podamos acceder a toda la información, para valorarlo, y al hacerlo tomar una decisión más completa que apaga por sí sola el piloto. Por eso, pero mal explicado siempre se ha dicho que tomar consciencia de las cosas a menudo las diluye por si sola (no en todas las cosas, quedémonos por el momento en este nivel).
Así que para eliminar el exceso de señales de peligro necesitamos:
Incorporar la consciencia al proceso de alerta (tanto a la hiper cómo a la hipoactivación). Esto implica:
Darse cuenta del estado en el que me encuentro.
Defusionarse de él (olvidad la palabra, me adelanto mucho pero así os va sonando), esto consiste en decirme “ahh, mi cerebro está sintiendo o percibiendo esto cómo una amenaza”, es cómo dar un paso a trás y poder ver el proceso cerebral en sí.
Con la parte volitiva o consciente valorar o evaluar si es realmente una amenaza, hacerlo lo más descriptivamente posible, es decir, dibujando la situación en vez de enjuiciarla y hacerlo desde un aspecto funcional y no racional (este tema nos da de por si para varias entradas). ¿Qué quiero decir? Por ejemplo “ahhh, mi cerebro ha sentido una amenaza al ver la sombra del coche que va haciendo el tonto” y que cuando entre la parte consciente se vea arrastrada al modo de alerta con estas evaluaciones “si es que menudo gili… menudo modo de ir conduciendo…” si entras en esos juicios sólo estas poniendo la parte racional al servicio de las partes incoscientes. Cuando hablamos de valorar si es una amenaza para ti en este momento, tratamos de ser lo más descriptivos posibles para realizar esa valoración: “ahhh es mi cerebro…” “bueno, que pase y ya está”. Insisto, esto es difícil al principio y tiene mucho matiz. La clave es que nuestro razonamiento sea lo más descriptivo posible y los menos juicioso posible. Si caemos en el jucio estamos perdidos en la desrregulación e insisto aquí para que nos vaya sonando… NO queremos tener razón, queremos ser funcionales. Dibujo la situación lo más completa posible y sólo después decido si es una amenza o no.
Por último: actuar de un modo distinto a cómo nos dicta la alarma de amenaza. Ejemplo, en lugar de cerrar el paso al vehículo que va conduciendo apresurado le dejo pasar amablemente. Esto al principio nos genera una sensación de “falsedad” o de no estar siendo honestos. Es tema para otra entrada o varias, y el tema es el siguiente. Hoy sabemos que no podemos modificar lo que pensamos o lo que sentimos (no lo voy a discutir ahora, además esto se muestra con ejercicios experienciales), lo único que podemos modificar es lo que hacemos. Y modificar lo que hacemos tiene un efecto secundario llamativo… cambia lo que pensamos y lo que sentimos… ¿curioso no? pero eso ya lo veremos.
Presencia de señales de seguridad: Este punto lo desarrollaremos en la siguiente entrada que al final se ha alargado un poco.
Por último te diré algo para que haya menos señales de peligro. Hemos contado que el cerebro hiperstimulado de por si siente la hiperestimulación cómo una amenza. Pues entonces sencillo, genera en dónde puedas, al menos en tu habitación, un entorno estimularmente tranquilo, es decir, ordenado y minimalista. Ante muchas cosas y muchas desordenadas, el cerebro estará siempre buscando peligros.
¿Qué trabajo te propongo hoy?
Observa a lo largo del día los diferentes estados autónomos en los que entras. Cuando te des cuenta que son pequeñas desrregulaciones (no lo intentes aplicar con las grandes o será muy frustrante y lo dejarás de hacer, igual que sino eres corredor hoy no puedes correr una maratón, recuerda que estamos fortaleciendo y desarrollando conexiones neuronales, esto lleva su tiempo) aplica lo puntos que hemos puesto al apartado de incorporar conscienca a los estados de alerta, es decir:
Darme cuenta del estado autónomo.
Defusionarme de él. “Mi cerebro se ha visto, se siente o percibe una amenza en..”
Describir la situación de modo completa y sólo después decidir si es una amenza o no (quitarle hierro).
Comportarnos de un modo distinto a cómo la amenza nos impulsa de una manera desajustada.
Este trabajo es muy interesante y complicado. Si tienes dificultades comenta, o escríbeme por privado.
Si os dáis cuenta, gran parte de los trabajos, (el fin de semana o el lunes haré un nuevo resumen juntándolos todos), son para aplicar en la vida, la meditación sentada es sólo una perqueña parte de lo que implica la meditación y la psicología.
Mucho ánimo y sentir, sentir, sentir…
Gracias¡¡¡...muy interesante...el trabajo es un buen terreno para experimentar....lo malo del último punto 4 ...comportarnos de otra forma a la que estamos acostumbrados bajo un estado de alarma o amenaza justo cuando debemos tomar decisiones rápidas....un abrazo
Complicado pero muy importante lo de "quitar hierro", hay que practicarlo mucho.