El niño que no tenía emociones y la niña que siendo abusada a los 8 años "repitió patrón" a los 15 años...
Si no sientes... sentirás tu destino...
EL NIÑO QUE NO TENÍA EMOCIONES Y LA NIÑA QUE SIENDO ABUSADA A LOS 8 AÑOS “REPITIÓ PATRÓN” A LOS 15 AÑOS…
En podcast en: https://www.ivoox.com/s_p2_890231_1.html
Los seres humanos nacemos con una habilidad de adaptación esencial: la capacidad de desconectarnos de las experiencias dolorosas internas y externas. (Heller y LaPierre, 2017, p. 38)
Imaginemos un niño. Un niño que desde su nacimiento tiene mala salud, tan mala que a los dos años está a punto de morir. Sin embargo, el niño sobrevive. Sobreviviendo, su cerebro ha aprendido algo muy interesante, la relación con su cuerpo es compleja, de hecho, podemos decir que las experiencias tempranas del cerebro del niño con el cuerpo del niño son negativas ya que se basan en dolor y el malestar, tan negativas que el cerebro automático del niño toma una decisión; es mejor no sentir mucho el cuerpo, mejor sentirlo lo justo.
Ante esta decisión, el niño sigue creciendo con normalidad, pero con ciertas particularidades. Parece que el niño no es consciente del todo de su cuerpo.
Es un niño bastante torpe o poco hábil en destrezas físicas, hasta el punto de empezar a evitarlas. Desde muy pequeño los profesores le regañan por cosas como que en un día donde empieza a hacer calor en el recreo, suda mucho y no se quita el jersey. Parece que este tipo de cosas son algo habitual. Cuando enferma (pues todos los meses sigue enfermando), aunque se supone que tiene que reducir su actividad, parece que el cuerpo no va con su mente y no para de enredar y agitarse, con el consecuente enfado de sus cuidadores que llegan a poner en duda que el niño esté enfermo. Como no sorprenderá a quien sepa del tema, sufre experiencias de desrealización de modo espontáneo (simplificando se ve fuera del cuerpo, y hoy sabemos que esto se produce cuando el cerebro no es capaz de identificar las sensaciones del cuerpo como parte de uno mismo, es decir, el cuerpo en esas experiencias está literalmente separado de la mente, la mente se disocia del cuerpo).
Podemos seguir poniendo múltiples ejemplos, ya que como iremos viendo, no sentir el cuerpo, disociarse del cuerpo, tiene estas pequeñas consecuencias y otras muchas mayores que por ahora sólo nombraremos:
A los 20 años, este niño, se da cuenta de que no siente nada. No es capaz de sentir (hablamos de emociones, y en realidad de emociones hacia los otros, puede empatizar con su pensamiento, pero no siente a los otros). Se muestra introvertido, solitario y desapegado, ante lo cual no se siente mal, se “siente bien” no necesitando a nadie.
Aunque a muchos os sorprenda saberlo (otros ya lo sabéis), ese niño soy yo, así que ya iré comentando otros elementos jugosos del caso en mi infancia y adolescencia, ya que ese estar disociado del cuerpo en etapas tempranas fue configurando mi conducta y conducta relacional al no ser capaz de ver mi propio cuerpo, y cómo veremos, el cuerpo de los demás, y cómo hemos visto, las emociones, en gran medida están en la información amplificada que de la realidad nos confiere el cuerpo. (recordatorio de cómo el cuerpo amplifica a través de sus sensaciones la realidad percibida:
Pongamos otro ejemplo, esta vez muy simplificado, que expone Stephen Hayes en uno de sus libros:
Una niña que desde los 8 años sufre abusos por parte de un amigo de la familia. La niña vive esos abusos como algo malo, pero ante ellos se encuentra la indiferencia de quienes la tienen que proteger y cuidar. Lo coherente y de hecho lo que se ha venido a llamar comunicación coherente, sería que el malestar de la niña fuera acompañado de malestar por parte de los padres, validando así la experiencia de la niña y ayudándola a regularse tras la desregulación de los abusos, y poniendo solución a ellos. Sin embargo, eso no sucede. Los padres no validan el malestar de la niña, lo ignoran, así como ignoran lo que ocurre, y no la ayudan a regularse. Simplificando, cómo nos construimos a través de la relación con el otro, la lectura del cerebro es la siguiente “Si esto no es algo que mis padres tengan que atender, no es importante, yo tampoco lo atiendo”. Complicándolo un poco más, el cerebro de la niña tiene dos opciones, rechazar a los padres (lo cual es muy difícil ya que son los que nos dan seguridad, recordemos que la niña tiene 8 años y el circuito del apego o de acudir a la persona que se supone nos debe conferir seguridad es muy potente), o ignorar lo que siente respecto a los abusos, ya que la desregulan y ni la validan esa desregulación, ni la ayudan a volver a estar regulada (es decir lo que hemos comentado entre las comillas).
Insistimos, la niña aprende a no ver al igual que los padres hacen que no ven. Esto implica no ver o sentir las sensaciones corporales respecto a los abusos, por supuesto no ver las emociones que esto le hace sentir, y no ver las señales del contexto relacionadas con los abusos. (Algo similar ocurre en niños maltratados donde el niño maltratado es maltratado por la persona que le debe dar seguridad, así que se encuentra a la vez con la incoherencia de la coexistencia de la seguridad y el maltrato por parte de la misma persona, aprendiendo ante ello, como mal menor para nuestro cerebro, a ignorar todo lo relacionado con el maltrato).
Por desgracia, la niña a los 15 años, sufre nuevamente abusos. En una conferencia a la que asiste, entabla conversación con un universitario de algo más de veinte años, él la invita a tomar algo y luego la invita a su casa a seguir charlando. Allí él se abalanza sobre ella, y ella se bloquea al igual que cuando era niña siendo incapaz de resistirse (se disocia, o entra en vago dorsal, es decir respuesta de congelación, ya hablaremos mucho de esto). Sino entendemos cómo funciona el sistema nervioso, lo primero que diremos es, ¿por qué no se fue cuando el chico se abalanzó sobre ella, ya que no fue en apariencia de un modo violente? Ya iremos indagando en eso, pero básicamente los abusos responden a una memoria implícita del pasado que no ha sido procesado conscientemente por el cerebro, eso hace que cuando algo despierta esa memoria implicita (el chico abalanzándose sobre ella), se activa las mismas sensaciones corporales, las mismas emociones, los mismos comportamientos (congelación, o disociación o sumisión), y el mismo primming (por así decir el cuerpo preparándose para lo que viene cómo algo inevitable), y lo que es más, todo esto se activa al ser una memoria implícita cómo si fuese algo de ahora, es decir, derrepente la niña de 15 años, para su cerebro, para su sentir y comportarse, es una niña de 8 años. Así que literalmente, la chica, no puedo hacer nada para evitarlo.
Vale, diremos muchos, pero antes de que él se abalanzara sobre ella, ¿cómo ella no vio las señales de las intenciones del chico?, las amigas de la chica cuando les contó lo sucedido la culpaban porque por lo que ella contaba eran evidentes las intenciones del chico. La realidad es que ella no podía verlas. Su cerebro a los 8 años aprendió a ignorar todo lo relacionado con los abusos, como dijimos, tanto el malestar, cómo las emociones, cómo las señales del contexto. Es muy probable que la niña en los abusos aprendiese a disociarse durante los mismos, por lo que el hipocampo (estructura principal para la memoria y sobre todo la explícita), se bloquea, y al bloquearse no tomamos nota de modo consciente de nada de lo que sucede. Pero además la niña aprendió a ignorar no sólo las señales contextuales, sino sus sensaciones internas respecto a esta situación. Así que, ¿cómo iba a darse cuenta de las evidentes intenciones del chico? Simplemente no podía. Ni lo busca, ni repite patrones, simplemente no ve parte de la realidad.
Son dos ejemplos de esa maravillosa adaptación del cerebro de desconectarnos de todo tipo de experiencias. Esto es algo maravilloso, ya que en realidad en el momento en que el cerebro aprende a desconectarse de esas partes de nuestra experiencia, esto es funcional, es decir, sirven para poder mantener un buen funcionamiento global de todo el sistema, ya que en ese momento asumir aquello de lo que nos desconectamos nos genera una desregulación demasiado fuerte. A esto se le une que cuando somos muy pequeños, aprendemos a dar importancia a lo que nuestros cuidadores principales dan importancia, si algo muestran que no es importante (por ejemplo, algo que sentimos, o que vemos, pues aprendemos a ignorarlo). Nuestros cerebros se cablean, cocrean u organizan con el cerebro del otro.
¿El problema? Esas adaptaciones, a no ser que hagamos algo, permanecen de por vida. Se instauran como patrones que incluyen aspectos conductuales, emocionales, cognitivos y contextuales. Estos patrones pueden irse reforzando así mismos. Simplificando: vuelvo a ignorar todo lo relativo al abuso y eso de nuevo me hace vulnerable al mismo, al no poder mi cerebro leer señales de peligro en situaciones de posible abuso. O, en mi caso, aunque a nivel cognitivo era muy bueno “sabiendo” lo que otras personas sentían o las motivaban, la falta de sentir mis estados corporales, me impedía la posibilidad de empatizar y siguiendo la terminología de Siegel, de Porges y de otros, de verdaderamente “conectar” y “sintonizar” con otros. No hay emociones sin sensaciones corporales, pero ya indagaremos en ello cuando nos metamos en el sistema nervioso autónomo, en el vago ventral, y en la necesidad de sentirnos seguros para el buen funcionamiento del cuerpo-mente.
Como dice el dicho, si quieres resultados distintos, haz algo distinto. Sin embargo, nuestro cerebro está inmerso en sus patrones adaptativos que, como profecía autocumplida, o quizás como auténtico destino forjado en las experiencias tempranas, nos hace repetir una y otra vez las mismas situaciones, cogniciones, emociones y conductas (porque se ha programado para no ver el resto). Al no ser la realidad de hoy la misma de cuando surgieron esas adaptaciones, hoy, son desadaptaciones que a menudo nos generan sufrimiento.
Aunque los dos casos señalados son casos extremos expuestos para que se entienda mejor qué es lo que queremos explicar, todos nosotros, hemos aprendido en algún momento de nuestra historia a desconectarnos de algo de nuestra experiencia. Mientras sigamos ignorando aspectos de nuestra experiencia (no es algo que decidimos, simplemente sucedió), estamos abocados a seguir inmersos en los mismos patrones que hoy nos generan malestar. En lugar de pelear con el patrón (ya explicaremos que eso fortalece el propio patrón), quizás debemos poner nuestro esfuerzo y atención en otro lugar, curiosamente, en ver lo que no vemos y quizás en ver lo que nos hace sufrir.
Somos una sociedad que invita a ignorar el cuerpo (es increíble el consumo de analgésicos que consumimos para nos sentir el cuerpo y así no tener que corregir nuestra postura, o hacer ejercicio) y como extensión del cuerpo a ignorar las emociones (“cuando te enfadas te pones muy fea”, “los niños no lloran”, “tengo que ignorar como me siento para poder seguir”). Iremos explicando cómo se produce esto y que efectos tiene sobre la psique y el bienestar.
Nuestro cerebro no es virgen, pero con esfuerzo y trabajo, podemos volver a tener un cerebro fresco. Esto implica muchas cosas, pero quizás la primera,en lugar de pelear con los patrones instaurados, es enfocar nuestra atención y esfuerzo en conectarnos con aquello de lo que nos desconectamos. El problema... no sabemos que es, por qué nos desconectamos...
¿Cómo empezar a conectarnos? Por el principio.
Cómo si fuésemos niños pequeños... (es algo típico que nos dice la meditación, “ser capaces de ver las cosas como si fuera la primera vez que las vemos (antes de desconectarnos de partes de la experiencia)” y “ver la realidad cómo la ve un niño (antes de desconectarse de partes de la experiencia)”. Poco a poco iremos entendiendo estas expresiones
Un niño pequeño, no piensa, siente, y lo que siente son además estados corporales, es decir, cómo se siente su cuerpo, y poco a poco en función de sus cuidadores y su historia aprende a que atender y a qué ignorar.
Ahora entenderéis mejor todo lo propuesto hasta ahora. Aunque iremos explicando muchas más cosas, vamos a empezar tratando de conectarnos con las sensaciones de nuestro cuerpo, para “volver a cablear” nuestro cerebro, esta vez no desde los automatismos de protección del cerebro sino desde nuestras decisiones volitivas. Todos los procesos cognitivos superiores y emocionales tienen un componente muy importante en los estados sensibles del cuerpo, y no tenemos muy claro que tal se conectaron estas partes, así que por ahí debemos empezar.
Tanto si aprendimos a desconectarnos de todas las sensaciones corporales, sólo de algunas, o por lo contrario los estados corporales no fueron un problema para nosotros, mejorar la conexión con nuestro cuerpo va a generar una reconexión de todo el aspecto vertical del cerebro (tronco cerebral, sistema límbico y corteza cerebral), dónde desde el manejo de procesos descendentes (de la corteza al tronco cerebral y al cuerpo), vamos a mejorar las conexiones ascendentes (del cuerpo y el tronco al neocortex). No me importa mucho si no se ha entendido mucho esto, es la justificación teórica que sustenta esta primera aproximación.
Ya hemos avanzado mucho:
-Sentir el cuerpo aceptando las sensaciones que emergen.
-Sentir el cuerpo alternando un lado y el otro para luego sentir a la vez partes derecha e izquierda.
-Sentir y corregir mi postura cada vez que miro el móvil.
-Por cinco segundos observar cómo se siente mi cuerpo al entrar y salir de actividades.
-Pequeña meditación dónde intentamos sentir las vísceras del cuerpo. (Mañana grabo en podcast esa meditación para que podías escucharla por la noche sin esfuerzo).
¿Y qué proponemos hoy?
Fácil: ¿CÓMO SE SIENTEN TUS VÍSCERAS AL REALIZAR ACTIVIDADES COTIDIANAS?
La idea es sencilla. Muchos conocéis que en meditación se habla de estar presente en lo que estamos haciendo. Esta variante de ese ejercicio me gusta aún mucho más por todo lo que implica.
Cuando laves los platos, centra la atención en la actividad de lavar los platos, estate totalmente presente. Lo que queremos es que los cinco sentidos exteroceptivos (el mismo enlace al otro newsletter te lleva a ello, recuerda que son, oído, vista, olfato, tacto y gusto), estén en la actividad que estás desarrollando. Tras un minuto así, sigue en la actividad, pero ahora lleva la atención al sentido interoceptivo visceral, es decir, pasa a sentir cómo se sienten las vísceras mientras estás fregando. Tras un minuto, cambias de nuevo y lo llevas a los cinco de fuera, un minuto, a sentir las vísceras... y así hasta que termines de fregar.
Puedes hacerlo al pasar la aspiradora, al poner la lavadora, la esperar en la cola de la compra... es decir incorpora este pequeño ejercicio de sentir cómo se sienten tus vísceras en tu cotidaneidad sin necesidad de quitarte nada de tiempo de lo que haces.
Buen fin de semana!
1 Para una lectura más exhaustiva de este caso lease Hayes, S. C. (2020). Una mente liberada. La guía esencial de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT). Barcelona: Paidos.
2 Para cualquier aspecto de la integración y especialmente de la integración de las estructuras cerebrales para su correcto funcionamiento se puede revisar cualquier obra de Daniel Sieguel.
Muy interesante ¡¡¡¡....me recuerda lo que narra Edith Eger en el libro...La bailarina de Auschwitz.....el miedo, las reacciones corporales, la desensibilización.....tras sobrevivir al holocausto se licenció en psicología ....y le ayuda a entender sus procesos mentales y la conexión con las reacciones de su cuerpo....gracias